Yo soy Andrea, orfebre autodidacta y, por supuesto, la que está detrás de cada detalle de la marca.

 

Crecí en una masía en la provincia de Huesca, rodeada de montañas y naturaleza.

 

Mis padres fueron capaces de transmitirme desde muy chiquitita su alma salvaje. Así, mi infancia estuvo llena de cabañas en los almendros, tardes de verano bañándome en pantanos y ríos, meriendas bajo los árboles y noches silenciosas observando el cielo estrellado. 

.Me considero una persona muy curiosa y emprendedora; confieso que nunca he sabido qué es lo que quería ser de mayor.

 

Me formé en el mundo de la estética y el masaje; es más, estuve trabajando durante varios años en este oficio, aunque sabía perfectamente que esta etapa era tan solo una parte del camino hasta encontrar aquello que realmente me haría feliz.

 

 

Finalmente, me llegó la oportunidad de hacer un curso de joyería. Allí fue donde aprendí los conceptos claves para empezar a crear y, desde el primer momento, supe que este oficio había llegado a mi vida para quedarse.

Dejar volar la imaginación, ver cómo mis manos son capaces de crear, sin límites, paso a paso, sin prisas, y sentir que pongo un pedacito de mi alma en cada una de las piezas hace que el proceso sea mágico.

 

 

En este sentido, tenía muy claro que todo lo que saliera del taller serviría para honrar, cuidar y mimar a mi fiel amiga, la naturaleza, puesto que ella es mi gran inspiración: las admirables montañas, los coloridos campos, los sinuosos ríos conforman el corazón de mis productos.

Mi otra compañera indispensable es la luna, que, como podrás ver, aparece en muchos de mis diseños, la adoro.

 

 

 Una parte del cariño que dedico a la naturaleza tiene que ver con la sostenibilidad.

 

Por este motivo, la plata que utilizo es reciclada y los minerales son naturales. Siguiendo este hilo, el packaging está libre de plásticos, las bolsitas que utilizo son de algodón, los estampados que las decoran están diseñados manualmente por esta servidora y las flores que acompañan a los paquetes las suelo recoger en mis largos paseos diarios por el campo.

 

 

Y ya para terminar, no puedo dejar de mencionar a mis tres peludos, Yogui, Simba y Quinoa, tres adorables perritos que acompañan mis largas horas en el taller y se encargan de darle sentido a mi vida.